viernes, 15 de febrero de 2019

Las manillas del reloj

El regalo más bonito...una carta no esperada...letras poderosas que soplaron mis velas...


"Sabes que me resulta bastante difícil verbalizar mis sentimientos. Desde pequeño aprendí a no hacerlo.


Pero hoy es la ocasión de romper esta norma, porque tú, que eres muy especial, cumples unos años muy especiales.

Sé que somos como el agua y el aceite... o mejor, como las manillas del reloj, que de cuando en cuando se juntan fuertemente para hacer su máximo cometido (dar las horas) para luego volver a separarse.

Pero siempre, siempre mantienen su unión, y saben que el destino volverá a juntarlas en algún tiempo futuro.

Me gustaría mantener estos pequeños momentos de unión a ti... porque me inspiras la fuerza para seguir otros 60 minutos funcionando.

Este tiempo ha sido maravilloso. Pero el reloj tiene vueltas infinitas y muchas de ellas aun las tenemos que recorrer unidos.

Tu eres fuerte, tienes grandes convicciones, mueves grandes pasiones!! Y seguro que eres capaz de seguir haciéndolo hasta el infinito.

Que seas muy feliz. Te lo mereces. Porque eres buena persona, sencilla, verdadera, autentica, servicial, entregada, apasionada... 

Que seas muy feliz: porque las grandes personas se merecen estar rodeadas de felicidad.

Que seas muy feliz: porque tu te mereces lo mejor y lo mejor siempre viene con felicidad.

Que seas muy feliz: porque estos 40 años son la mitad de otros 40 de felicidad.

Que seas muy feliz: sencillamente porque tú eres tú.

Feliz cuarenta aniversario. Feliz día. Feliz vida"



Esta es la última vez que os recordaré...


Os hago saber que esta será la última vez que os recuerde. Pienso olvidaros.
Estas letras están dedicadas a personas sin alma, sin bondad y con la miseria más grande que existe: el egoísmo. La pobreza más ruin de nuestro siglo.
Ha sido difícil el engranaje en estos meses. Tuve que mandar a un lugar muy profundo lo que me dolía. Mi desesperación y mi humanidad. Fingí mi cura. 
Os informo, que ese gesto de mis labios, no era felicidad. No eran sonrisas con belleza. Esas os la hubiera entregado, al poco tiempo, sin interpretación, pero no me disteis la oportunidad. 
Triste actriz, marioneta de idiotas sin corazón. Desgraciados espectadores.
Y es que una vez jugué a guardar mi pena, me sentí más integrada, más valorada. Bendita receta del positivismo y todas esas palabras inventadas, resilencia de una psicología barata sin alma…
Pues bien, os hago conocedores de la realidad: 
Mientras dormíais, yo lloraba.
Mientras hablabais de mi negatividad, yo cubría con otra lámina de acero mi corazón.
Cuando estabais al abrigo de una conversación, yo vagaba por unas calles extrañas en la más absoluta soledad.
Sabed que he sido consciente de mi desventaja y mi no pertenencia. Adultos sin valores. 
Estoy segura de que vosotros también guardáis vuestras miserias, para no enseñar y disimular, vuestra fragilidad. 
Sabed que no es un honor entrar en ese club de élite sin principios. Sois piezas de Lladró únicas, con la presión de ser. Con el miedo a caer. Con el miedo que da pasar a estar en mi lugar. Con el miedo a desmontaros en mil pedazos. Presos de vuestro propio maltrato. Una torpeza os transforma, de pieza de arte a basura.
Sabed que hoy pertenezco, tal y como soy. A los míos. Recibo sonrisas y el arropo más inmenso que añoré. Me siento más querida que nunca y valoro lo que tengo. Millonaria de cariño. Inmensamente agradecida. Hoy me calienta el sol más bonito del mundo. 

A tí, que estás en mi vida…me he prometido, que te valoraré por hechos, no por palabras… te cuidaré más en los momentos malos que en los buenos. Estar a la altura o simplemente estar...no te fallaré. Cueste lo que cueste.

Sabed que esta es la última vez que os recordaré, y lo único que puedo asegurar, es lo que ya decía vuestro compatriota, creador del principito: 

He visto humanos, pero no he visto humanidad.






domingo, 3 de febrero de 2019

En la más absoluta soledad

Con una sonrisa en la cara...
Con las ilusiones rotas y soñando con otras...
Con toda una vida por delante.

La creyeron fuerte. Le dieron más de lo que pudo soportar.  
Su vida se tambaleaba. No lloraba.  
No delante de todos...

Crecerás, decían. 
Te harás más fuerte, juraban.
Aprenderás, rezaban.

Y un día, en la más absoluta soledad, ella no pudo mirar más al horizonte. 
Negro, doloroso. Sin esperanza. 
Decidió no continuar...

Nadie entendió por qué lo hizo... 

Y una voz, a lo lejos, les respondía...

¿Acaso unos ojos tristes no imploran consuelo?
¿No sonreír no es sinónimo de: ayúdame?
¿Un suspiro no te habla y te dice...no puedo más?

Escondí mi dolor cuanto pude, porque sentía que mi tristeza os alejaba.
Escondí mi pena, recogí mis pedazos rotos y me los llevé...
Allí, donde me escuchaban, a ese lugar secreto donde era simplemente yo.
Allí, donde podía llorar sin que nadie me hiciese parar...

Y hallé más soledad de la que puedas imaginar.
Más dolor del que se puede sentir.

Y después de todo... Paz...